ARGENTINA: EL CORTOPLACISMO COMO RELIGIÓN OFICIAL.

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“El Estado no posee inmortalidad, su salvación es ahora o nunca” dijo el cardenal francés, Richelieu, ante quienes le exigían alinearse contra los príncipes protestantes rebeldes de la Europa del Norte y Central. Con esa frase demuestra su poder de adaptación en un momento histórico de profundas turbulencias.

“El Estado es una entidad abstracta y permanente que existe por derecho propio

Durante el feudalismo, el gobierno reflejaba la voluntad del gobernante, que era limitada por una línea tradicional que ponía cierto freno a las acciones nacionales e internacionales de aquel Estado. Con Richelieu esta lógica iba a tener un giro de 180 grados. Fue el estadista que puso fin a una larga tradición en el manejo de los asuntos internacionales instaurando la idea de que el Estado es una entidad abstracta y permanente que existe por derecho propio, y que su personalidad no depende de la necesidad del gobernante de turno, sino que depende de objetivos, comúnmente denominados intereses nacionales, configurados racionalmente. En este sentido, el Estado se vuelve una entidad racional con identidad propia, que analiza sus intereses estratégicos a través del gobernante que actúa como una suerte de consciencia analizando la coyuntura con una mirada a largo plazo.

Para entender su trascendencia es necesario saber dónde estaba ubicado en tiempo y espacio. Francia era un Estado integrante del Sacro Imperio Romano-Germánico. Una confederación política ubicada en Europa Occidental y Central, integrada por todos los Estados que habían sido divididos posterior a la caída de Roma. El emperador de la dinastía austríaca -actual territorio alemán- fue coronado por el Papa con el fin de sostener, defender y extender la religión Católica. Una Europa Central unida estaría en posición de dominar el resto del continente. Sin embargo, este anehlo se vería dificil de alcanzar con la llegada de Martín Lutero y su reforma protestante. Richelieu entendía que si el protestantismo era destruido, el peso del poder de la casa de Austria recaería sobre Francia; es decir, la fragmentación de Europa Central era una necesidad política y militar, dado que la amenaza de Austria sobre Francia era estratégica, no religiosa. A partir de entonces, Francia tendía a respaldar la coalición protestante, política que le garantizó tener preeminencia sobre el resto del continente con un incipiente, pero renovado, equilibrio de poder Europeo. Su posicionamiento respondía a los intereses del Estado francés y no a factores ideológicos.

Una política de Estado es una acción deliberada y perdurable en el tiempo por parte del Gobierno.

Lo que Richelieu hizo en aquel momento son las bases de una incipiente “política de Estado”. Puede valerme la crítica de algún académico que pretenda mayor rigurosidad en el término, pero una política de Estado es una acción deliberada y perdurable en el tiempo por parte del Gobierno. Lo que cabe destacar, entre otras cosas, es que esta acción perdurable es de caracter vinculante para la sociedad, enfocado en agregar valor al interes nacional, y se sostiene indistintamente la ideología del Gobierno de turno. Esto último significa que el gobernante despega su cosmovisión del mundo de los intereses particuales que posee el Estado. Aquí el Gobierno no confunde sus ambiciones personales con las del Estado. El Gobierno es, como lo fue Richelieu en su momento, la consciencia que articula las acciones en pos del bien colectivo.

¿Qué de todo lo anterior se encuentra en los políticos argentinos? Al menos en los últimos 40 años -podríamos tomar más tiempo-, poco y nada. De hecho, me permito ironizar al respecto diciendo que una de las grandes políticas de Estado que se ha sostenido en el tiempo es el eterno refundar de la República Argentina, donde cada Gobierno que accede al poder intenta barrer con el “legado” del anterior. La profundización de la crisis, con el agregado de una elite populista al mando del destino de nuestro país, ha ido acortando el horizonte de políticas públicas pensadas a largo plazo. Este horizonte no supera más allá de los próximos 4 años de gestión. Haciendo un juego de palabras con la cita al inicio de la nota lo que no posee inmortalidad, en Argentina, es el Gobierno.

La “linea tradicional” que justifica el accionar de estas políticas cortoplacistas es la voluntad del partido, cuya visión del mundo se encuentra atada a la visión de un líder que, cuando no está sujeto a su cargo por la imposibilidad legal o su pésima imagen pública, se encuentra operando detrás del telón. De aquí se desprenden las Relaciones Internacionales con dictaduras como la de Venezuela para acceder a créditos que se puedan saldar con emisión monetaria. El resultado es el aumento de la inflación, la licuación de salarios, el empobrecimiento de la población y la irremediable necesidad de acceder a la dádiva del gobernante de turno. Otro caso es la estatización de YPF bajo el argumento de ser una empresa estratégica. El resultado es una deuda en dólares millonaria con los accionistas a los que el Ministro Axel Kicillof expropió, con el acompañamiento de gran cantidad de Legisladores con su voto. Un caso que debería mantener en vilo a los políticos de turno es la elaboración de un plan demográfico para poblar el país y lograr la ocupación de territorios que, aún a día de hoy, no fueron ocupados nunca, de los cuales muchos se encuentran en peligro de ser ocupados por paises limítrofes. Sin embargo, cuando la situación del país demandaba otra cosa, entra en agenda el Aborto.

Nuevamente los argentinos nos encontramos afrontando una reestructuración a nivel político e institucional, con una diferencia sustancial: se vuelve a escuchar un proyecto de país que trasciende los dos mandatos legales. Así como Richelieu entendió que el apoyo al protestantismo sería un beneficio a largo plazo, Milei entiende que muchos de los resultados de las políticas implementadas en su mandato rendirán frutos varios años después de su implementación y no tiene reparos en transmitirlo. Si bien es demasiado pronto para hablar de política de Estado, el nuevo Gobierno pareciera tener la intención de cortar esa línea tradicional mencionada anteriormente, aún con algunas declaraciones ideológicas propias de la inexperiencia. Pero por supuesto, la arena política es el terreno donde las buenas intenciones mueren. La Política es, entre otras cosas, el arte de hacer lo posible con el contexto dado. Ahora bien, ese proyecto corre la misma suerte de evaporarse sin la existencia de alianzas y acuerdos que transformen esas políticas públicas en verdaderas políticas de Estado.

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