En el día de hoy, médicos y científicos se congregaron en Plaza de Mayo para reclamar el cese de la vacuna contra el COVID-19. Esta protesta se debe a las estadísticas oficiales difundidas el 13 de marzo del mismo año, que revelan un alarmante aumento de 61.000 muertes en el año de la inoculación.
Los médicos y científicos que se unieron a esta manifestación son conscientes de que la ciencia no es infalible y que la vacuna, al igual que cualquier otro medicamento, puede tener efectos adversos en ciertos individuos. Sin embargo, lo que más les preocupa es el impacto global de la vacunación masiva, que parece estar causando más daño que beneficio.
El aumento de las muertes no es el único dato preocupante. También hay informes de reacciones adversas graves en un número significativo de personas vacunadas, así como de una mayor tasa de hospitalizaciones entre los vacunados.
Ante esta situación, los médicos y científicos piden un alto en la vacunación masiva y un enfoque más personalizado en la atención de la salud. Es decir, en lugar de tratar de vacunar a todo el mundo, se debe centrar en la atención individualizada para cada paciente, teniendo en cuenta su historial médico, sus alergias y otros factores relevantes.
En un comunicado de hace algunos días, comentan:
“Aunque nunca lo reconocerán públicamente, se rinden ante la evidencia científica de los gravísimos e innumerables efectos adversos a corto, mediano y largo plazo, que pese a la manipulación de datos YA NO PUEDEN ESCONDER NI DISIMULAR LAS MUERTES. Solo recomiendan refuerzos en personas de “alto riesgo. El Grupo Asesor Estratégico de Expertos (SAGE) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) instó este martes a suspender la aplicación de vacunas contra el COVID 19 (Coronavirus) de refuerzo en la población que no sea parte de los grupos de alto riesgo.”
